Lados

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Crónica Sonorama

“Este viaje infinito acaba de empezar”. El estribillo de la canción “A miles de kilómetros” de Nunatak retumbaba el sábado en el escenario Aranda de Duero de Sonorama Ribera. Una frase que le viene como anillo al dedo a un festival que sigue imparable a cada edición -y ya van 21- que cumple. Se podrían destacar algo de cada segundo que pasa desde el miércoles de bienvenida hasta el domingo de lloros, pero en este año, y ante 100.000 personas, algo ha sobresalido por encima del resto y se llama La Maravillosa Orquesta del Alcohol.

 Desde el 8 de agosto hasta el 12 no me extrañaría entrar en Wikipedia y ver que Aranda de Duero ha pasado a llamarse Sonorama. El pueblo digievoluciona en una rave indie donde viene a ser imprescindible tener una ametralladora de agua, bien para protegerte del calor de la Plaza del Trigo o bien para devolverle la jugada a ese festivalero con camisa hawaiana que te saluda desde la otra punta de la Plaza del Rollo.

Sonorama sufre una metamorfosis si la comparas con el día y la noche. Por el día brilla demasiado debido a las altas cantidades de purpurina, las camisas de colores, las gafas de sol más extravagantes y la piel mojada por la manguera de Antonio -y varios vecinos que también colaboran en la batalla contra el calor-. Hay varios estilos de sonorámicos, los que “arenalsoundizan” el festival y los que beben hasta los posos del grupo más recóndito. En el punto medio está la virtud, al menos para mí. Ni tanto ni tan calvo que decía aquel. El pueblo está para disfrutar, escuchar música, bailar, abrazarte, mojarte y es el momento idóneo para quedar con esos “festiamigos” a los que, exactamente, hace 365 días que no ves, así como para reencontrarte con ese cachi de croquetas que en la pasada edición te devolvió a la vida tras darlo todo con un combo de “Toro” y “Mira como vuelo”.

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Volvimos a sufrir la transformación. Por las venas dejó de brotar la sangre para hacerlo el Ribera del Duero y por nuestros tímpanos solo fluyeron las ondas de los enormes altavoces que sirven de escaparate para las 118 bandas diferentes que pasaron por los trece escenarios. Un año más nos adentramos en el festival de pop rural más famoso del mundo.

Tras plantar la tienda de campaña el miércoles por la tarde es buen momento de telefonear a un par de amigos que han llegado por su cuenta. El primer día es de contacto y hay que guardar fuerzas pese a que somos unos fijos en la fiesta bienvenida del pueblo. En la parrilla de salida de esta maratón indie estaban Disco Las Palmeras! y Triángulo Inverso (bandas recomendadas por Lados Magazine en la previa de Sonorama). Tras escuchar sus nuevos trabajos, ‘Cálida’ y ‘Golpe y efecto’ respectivamente, fue turno para Correos -que también estaban de estreno con ‘Terapia, terapia’- y Kid Simus. Entre medias salió Dj Ziry, paisano arandino. Un inicio con tres de los nuevos sabores de este 2018 rico en vitamina musical. Sin olvidar la fiesta de disfraces, pero para entonces ya estábamos bailando sobre Aranda los mejores hits a ritmo de Intronauta y Blutaski.

 Mari Carmen, El Cigala está en el ‘afterhour’

El despertador sonó pronto en el camping. Ducha rápida (parecía que el agua no estaba tan fría como años atrás) en esa maraña de tubos en forma de cubo que mejora la línea de duchas de otras ediciones. Sin esperar a los rezagados, bajamos a la Plaza del Trigo. Hay que hacerse fuertes en la plaza más famosa de Aranda. De camino nos deleitamos con Floridablanca y su “Solo de madrugada” en la Plaza de la Sal. Nuestro destino es Desvariados, Staytons y el gran Jacobo Serra. Y de sorpresa… Cycle. Javier Ajenjo brindó el primer momento Espíritu Ribera desde el escenario Radio 3 para bailar el famoso “Confusion!!!” de la banda de electropop anglo-española.

El fantasma de la cola de dos horas del año pasado desapareció. Una entrada escalonada, así como la organización del reparto de pulseras tanto durante la semana en Aranda como en el camping durante todo el festival, permitió que los asistentes pudiesen entrar sin problemas a ver a sus artistas favoritos. El nuestro fue El Cigala. No porque nos encante la mezcla de flamenco con salsa de ‘Lágrimas negras’ pero era la guinda del cartel y estaba marcado en rojo en nuestros horarios. Sin embargo, Diego dejó un sabor agridulce tras retrasarse más de 45 minutos. El cantaor salió y se llevó aplausos, sobre todo cuando pegaba un traguito a su copa, pero se le vio fuera de su hábitat natural.

Nuestra siguiente parada fue el escenario Burgos Origen y Destino (el tercero en importancia) para empalmar Modelo de Respuesta Solar, Egon Soda y Pasajero. Un triplete que bien merecía haber estado en otra localización y en otro horario para no coincidir con Bunbury y Mikel Erentxun. Y a su vez, Enrique San Francisco exponía su humor en el escenario Negrita.

 Con Rozalen se vieron los primeros tapones entre el público. La cabezonería nos hace ir por el camino más corto para acceder al escenario principal y, en la mayoría de las veces, es el peor. “La puerta violeta” y “Comiéndote a besos” fueron los temas más aclamados de la manchega que acabó, junto a su inseparable Beatriz Romero -intérprete de lenguaje de signos-, con “Girasoles”. No fue la última vez en que Rozalen pisó el escenario Ribera ya que lo hizo con La Pegatina para entonar el “Algo está pasando”. La banda que mezcla ska, rumba catalana y pogos fue lo más bailado de la jornada del jueves. Entre “Mari Carmen” y “Lloverá y yo veré” el recinto se envolvió en un ritmo festivo para brincar junto a los tuyos. Ritmos poco comunes entre los indies que acabaron conquistando hasta los más puretas.

Hubo tiempo de ver a Lagartija Nick y las “Chinches” de Amatria. Pero también hubo escapadas hacia el tercer escenario para ver a Ley Dj & DSJ Pop Live (volvimos a cantar “Solo quiero bailar” de Zenttric cuando ya mi cerebro la había reciclado hacía años), DJ Amable y Eme DJ.

La consagración de La M.O.D.A.

Ya lo hicieron con Izal y lo han conseguido con La M.O.D.A. Aquello que suena en Sonorama se suele convertir en oro. La banda de Burgos se coronó como líder indiscutible de un día en el que compartía escenario con el hermano malo de Oasis, con Nada Surf o Milky Chance. Resplandecieron en los dos puntos más importantes del festival, primero en la Plaza del Trigo y posteriormente en el escenario Ribera.

La corneta sonó a la misma hora con el mismo ritual que nos llevó hasta el escenario Radio 3. Los ritmos caribeños de Club del Río y el taconeo de Tomasito nos deleitaron. Este último salió a las tablas como un pincel y, como es de costumbre, acabó en calzones interpretando una versión de "Back in black" de AC/DC y “El vino y el pescao” de aquel supergrupo llamado G5 que creó junto a Kiko Veneno y Muchachito. Tu Otra Bonita se arrancó con Rosalía y su “Malamente” y nos pareció un fastidio no ver a Rubén Pozo & Lichis pero ya nos habían chivado la sorpresa que se venía en el Trigo.

Allí estaba, Javier Ajenjo, organizador de Sonorama, con una camiseta de tirantes blanca dando paso a La Maravillosa Orquesta del Alcohol. Los burgaleses jugaban en casa y ganaron por goleada. “Los hijos de Johnny Cash” pusieron todo su talento en la pequeña plaza que parece enorme cuando se llena. “PRMVR”, “1932”, “¿Quién nos va a salvar?”, “Nómadas”, “Gasoline” y “Héroes del sábado” reventaron la calle Isilla. Exhaustos nos fuimos a comer y a canturrear un rato por el resto de calles repletas de Aranda.

Nos hubiese encantado llegar al “Rock & roll queen” de The Subways pero descansamos hasta Ángel Stanich. El ermitaño del rock nunca falta en nuestro itinerario y más aún si interpreta ‘Antigua y Barbuda’ como lo hizo. Un repaso por el ‘Camino Ácido’ recorriendo a su vez el nuevo elepé, con un globo aerostático de fondo, y el final con “Metralleta Joe” dejó una estampa inmejorable. Hubo hasta dedicatoria para el gran “ausente” de esta edición (Julio Iglesias). L.A. y su ‘Kings of beasts’ volvió a emocionarnos y a ponernos los pelos de punta cada vez que suena “Stop the clocks”.

Unos con Nada Surf, y otros con Pantomima Full, de fondo aprovechamos para recargar fuerzas y coger sitio para el platazo fuerte del día: Liam Gallagher. Me retorceré sobre mi tumba por haber faltado a El Último Vecino y La Plata, seguramente de mis bandas favoritas del cartel, pero los horarios no hicieron justicia a su talento -algo que he maldecido con ganas- y no iba a tener muchas más oportunidades de ver al chico malo de Manchester. Allí se plantó Liam.

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Seguramente no sabría en qué punto estaba de Aranda pero el escenario principal estaba como si de su ciudad natal se tratase, a rebosar. Empezó con tres temas de Oasis (“Rock ‘n’ roll star” y “Morning glory” entre ellos) y siguió con sus canciones: “Greedy soul”, “Wall of glass”, “Bold” y “For what it’s worth”. No arriesgó más y empalmó “Whatever”, “Supersonic” y “Cigarettes & alcohol” para llegar a “Wonderwall”. Aquí apareció su carácter macarra y paró en medio del estribillo cuando todas las gargantas del público ya entonaban el “And all the roads we have to walk are winding”… paró en seco. Liam recriminó a uno de seguridad que dejase disfrutar a un chico del público y volvió a iniciar la canción (por lo que escuchamos casi dos veces “Wonderwall”). Cosas de ser una estrella de rock. Finiquitó su estancia con “Live Forever”.

La M.O.D.A. volvió a aparecer en Sonorama, esta vez en el escenario Ribera. El septeto liderado por David Ruiz quitó cualquier espejismo de lo vivido ese mismo día por la mañana. Supongo que Liam estaría aún en el recinto y vería pasar a estos chavales de Burgos pasarle como un avión y dejándole como una simple anécdota de viernes de Sonorama. Folk, blues, rock & roll y punk en nuestros oídos. Recuperaron todos los temas del Trigo y se recrearon con su tercer trabajo ‘Salvavida (de las balas perdidas)’. No faltó mi favorita, “Vasos vacío”, ni “Los lobos”, ni “La inmensidad”, ni “Hay un fuego”, ni “Catedrales”. Nada quedó en el tintero. Un reconocimiento merecidísimo para este grupo que hacía siete años estaba tocando en este mismo festival ante treinta personas, de las cuales, la mitad serían curiosos. Era viernes, pero fueron los “Héroes del sábado”.

Y aún quedaba Viva Suecia. Los murcianos no tienen nada que envidiar a los burgaleses, e incluso a mí no me hubiese parecido una chifladura que tocasen en el escenario principal, pero al menos, esta vez les pusieron en un horario decente para lo que se merecen. Comenzaron con “Piedad” y siguieron con “El nudo y la esperanza” y “Los años” para desembocar en “A dónde ir”. Entre ‘Otros principios fundamentales’ y ‘La fuerza mayor’ -sus dos discos- han creado una burbuja que atrae a miles de adeptos. “Permiso o perdón”, “Bien por ti” y “Hemos ganado tiempo” fueron el final de una banda que tiene su cuna en Sonorama, y que si siguen en la línea de sus hermanos mayores… les auguro un gran desenlace.

Algunos sacamos fuerzas de algún lado y reventamos la noche con la “Fábrica de baile” de Joe Crepusculo y el final de ElyElla -Amatria incluido para sus “Chinches”-. Daniless y Estereoclub DJs fueron los culpables de que llegásemos (tan) tarde al camping.

 La increíble historia del grupo que podía volar en Sonorama pero no sabía cómo

 Te puede gustar más, menos, nada, pero algo es indiscutible: Izal ha triunfado y en parte es por Sonorama. Es su casa. Mikel, Alberto, Gato, Alejandro e Iván atraen a hordas de festivaleros. Su regreso era esperadísimo en Aranda y eso que el año pasado hicieron su aparición estelar en el Trigo rememorando aquel “Que bien” de 2013. Ahora, tras pasar ‘Autoterapia’ volvieron a sobrevolar el recinto de Aranda.

 Antes de poner rumbo al meollo, Repion en la Plaza de la Sal fue nuestra primera parada. En el Trigo nos asombraron Claim y sobre todo Carolina Durante. Los madrileños lo petaron muy fuerte y eso que contarán con menos de un año de vida en la farándula. “Cayetano”, “El himno titular”, “En verano” o “Niña de hielo” hicieron vibrar la plaza. El subidón que han pegado era digno de ponerles en el segundo escenario más importante de Sonorama. Mientras cantábamos el “todos mis amigos se llaman Cayetano”, Nathy Peluso en el escenario Charco y La Bien Querida en el escenario Castilla y León hacían delicias de aquellos que pasaron del mogollón.

Pero el Espíritu Ribera volvió a lo grande y lo hizo con Lori Meyers. Si Carolina Durante hizo vibrar los cimientos, los de Loja hicieron tambalear los cimientos y las bodegas subterráneas que recorren el centro de Aranda (si más de uno supiese lo que hay bajo sus pies se pensaría dos veces meterse allí con taitantos mil festivaleros botando sin parar). Noni y compañía crearon la locura desde la primera canción. “Luces de neón”, “Siempre brilla el sol”, “Tokio ya no nos quiere”, “El tiempo pasará”, “Emborracharme”, “Mi realidad” y “Alta fidelidad”. Una de las bandas que faltaban por pasar por las tablas más famosas de la localidad burgalesa dejaron el pabellón bien alto así como un recuerdo imborrable en la mente de todos aquellos que llenaron -literal- la plaza y la calle que principal de Aranda de Duero.

Mi capitán abrió el recinto con ‘Un tiro por la salud del imperio’. Seguimos al tercer escenario con Cosmen Adelaida y Los Punsetes. Ariadna, con un traje regional (?), gritó “¡Viva!”, “Tu puto grupo”, “Maricas”, “Opinión de Mierda” y “Tus amigos”. Impecables como siempre a la par que punzantes con su estilo y letras. Vi a más de uno sorprendido por la puesta en escena -seguro que ese no para de escucharles ahora mismo-.

Nos habíamos perdido Maga y Sidecars pero no podíamos hacer eso a Xoel López. Pese a llegar con el concierto a medias pudimos disfrutar del exquisito ‘Sueños y pan’. Un fijo en Sonorama, que desde que yo tengo uso de razón, solo ha faltado a una edición. Corriendo nos fuimos a Izal que presentaba su ‘Autoterapia’ ante su público más fiel. Arrancaron con la canción que da nombre a su cuarto disco y con “Ruido blanco” aunque enseguida Mikel calmó a aquellos que no habían estudiado para el examen ya que aún iban a pasar por ‘Copacabana’ a través de los ‘Agujeros de gusano’ y haciendo ‘Magia y efectos especiales’. El líder de la banda brindó “Pausa”, “Pequeña gran revolución”, “Los seres que me llenan” y “Tóxica”. El acierto llegó cuando interpretaron “La increíble historia del hombre que podía volar pero no sabía cómo”.

El líder de la banda explicó la importancia de un festival que les ha visto (ha hecho) crecer desde aquel “Que bien” famoso en la Plaza del Trigo. Ante este tema, Mikel y Alberto explicaron lo que sintieron y que cerca estuvo de quedarse fuera de su primer trabajo. Con “Pánico práctico” hizo un alegato contra el machismo y metió el rush final con un directo más que ensayado y que no se permite ni un sobresalto. “El baile” y “El pozo” fueron la traca final con fuegos artificiales incluidos. El público les llevó en volandas, como siempre. Sonorama es su casa.

Mientras cenábamos vimos a Los Nastys y su disco ‘Música para el amor y la guerra’. De los mejores de lo que llevamos en este 2018. Cabe destacar que el recinto, pese a la masificación en algunas de las entradas a los conciertos estaba bastante bien organizado con una nueva localización de los baños, merchandising y food trucks. Nada de tapones y saltos de valla como el año pasado.

Dorian llegó con su ‘Justicia universal’ al escenario principal no sin olvidar “La tormenta de arena”, “A cualquier otra parte”, “Los amigos que perdí” y “Verte amanecer”. Entre confeti y bailes, la noche veía el final. Pero de repente, Nunatak nos revivió. La banda cartaginense dejó en bandeja su disco de este curso: ‘Nunatak y el tiempo de los valientes’. Si no lo habéis escuchado ya estáis tardando. Vintage Trouble nos enloqueció y el ritmazo de Ty Taylor que no dudó en escalar la mesa de sonido y nadar entre el público. Ah, y también cantamos el “Macaulay Culkin” con Ladilla Rusa.

Nancys Rubias proclamaron la guerra a Barbie con su “Alfabeto nancy”, “Peluquitas” y “Me encanta”. Mario Vaquerizo se tomó un par de latas de cerveza ante los sonorámicos que ya estaba más con la botella de agua que con otra cosa. Algunos dijeron que era playback pero yo estaba demasiado lejos como para comprobarlo con lupa. Hot Chip Dj cerró el recinto en este 2018.

Bendito domingo junto a Cala Vento y Varry Brava

Los domingos de Sonorama son tristes. Puede que para muchos sean el día más triste del año. Las despedidas, recoger la tienda de campaña y sobre todo pensar que tienes que trabajar al día siguiente cuando todavía hay gente que aún va a disfrutar del festival aunque sea de una manera más ‘light’.

Este año tuve la suerte de aguantar en esta jornada de desbandada y comprobé que la Plaza del Trigo se sigue llenando. Comandante Twin y El Meister crearon el ambiente. Este último con su calidad artística que también se vio la noche anterior con Arizona Baby. Llegó el turno de Cala Vento. Joan y Aleix se comen el escenario. Tal cual. A ellos dos les basta para noquear a todos con su disco homónimo y ‘Fruto Panorama’. La batuta la cogieron Varry Brava que salieron de sorpresa. Los de Murcia montaron la “Fiesta” en un escenario donde brotaba ya el “Calor”. Se rindieron ante todos los presentes y continuaron con “No gires”, “El sitio perfecto”, “Chicas” y “Fantasmas”.

Mi Sonorama concluyó en ese mismo momento. Llegué a la meta de mi maratón musical pese a que en el escenario Desperados del camping quedaban por tocar Villanueva, Anaut, Embusteros, Sexy Zebras y las sorpresas Julieta 21 y Taburete. Aunque yo para entonces… ya estaba “caminito al motel”. Con esta broma mala confirmo que el próximo año volveré a pisar esas calles que se llenan de agua y confeti, esos escenarios que dan las mismas oportunidades a los grupos emergentes como a los consagrados y sobre todo volveré a tomar ese vino que aún recorre por mi cuerpo. Seguramente, en la definición de la palabra “música”, Sonorama aparece en una de sus acepciones.

Texto Iñigo Renedo
28-08-2018
Música, Conciertos